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Marea alta True love & Paradise. Do not disturb (1ª parte)

Este jueves pasado, por encargo de mi Revista, me trasladé en viaje relámpago a un Hotel de la costa alicantina privilegiado por su situación que presentaba su nueva imagen. Como siempre comencé a soñar y qué mejor que mostrar lo que aquel paraíso en la tierra me inspiró. True love & Paradise. Do not disturb.

Mateo aparcó su moto y cuando se quitó el casco, la brisa marina golpeó su nuca. Estaba algo cansado del viaje, pero en el momento en que admiró el exterior del Hotel, sonrió. El Congreso de Medicina Legal se celebraría bajo un sol radiante y al lado de la playa. Se adentró en la que sería su casa durante el fin de semana, sorprendiéndose de la decoración tan original y elegante que poseía. Una vez instalado en su habitación, se dio cuenta de que estaba un poco nervioso. No era por el tema de la conferencia, que dominaba desde hacía años, sino porque junto a él estaría Verónica. Había entrado hacía poco en el despacho, pero se ganó enseguida la simpatía y el respeto de todos. Era muy atractiva e inteligente. Siempre había querido demostrarla su interés, pero nunca era el momento. Se asomó a la terraza de su amplia habitación y descubrió una piscina de aguas profundamente transparentes y cristalinas que precedía a una playa con la arena más dorada que jamás había visto. Decidió bajar a disfrutar de todo lo que se le brindaba.

Verónica paseaba por la orilla de aquella playa de azules imposibles. Estaba encantada de que hubieran contado con ella para participar en el congreso. Era su gran oportunidad. Además, a pesar de no quererlo reconocer, se encontraría con Mateo, lo que la ilusionaba también. Dirigió su mirada a través de las gafas de sol hacia el Hotel y pensó que allí se encontraba él, compartiendo, sin saberlo, aquel cielo azul. Desde que se incorporó al trabajo, Mateo la colmó de atenciones y, sin duda, era guapísimo. A pesar del cálido sol que la acariciaba, notó como su piel reaccionó al pensar en darse un baño en aquella piscina tan tentadora a la luz de la luna junto a él. Se regañó de nuevo por fantasear y se encaminó hacia las tumbonas dispuestas frente al mar, esperando relajarse y que la sombra calmara su espíritu. Durante un rato, se dejó mecer por la proximidad de las olas.

Mateo se dirigió a la pequeña barra de la piscina para disfrutar de un zumo de naranja que le refrescara, desde donde pudo distinguir una figura que le resultó conocida. “Ahí está”, pensó. Vio su pelo rubio ondulado, que el sol pintaba de color miel. Llevaba unas gafas de sol y un pareo marrón, no pudiendo observar nada más desde allí. En un ataque de valentía, pidió otro zumo y fue a su encuentro. El lugar era ideal para que conversaran y disfrutar, con un poco de suerte, de los ojos verdes que le atraían tanto.


- ¡Hola Verónica! Te traigo un presente.
- ¡Hola Mateo! – dijo quitándose las gafas para deleite de él. – Gracias. Lo necesitaba.
- Es increíble este sitio, ¿verdad?
- Me encanta. Las vistas desde aquella terraza son espectaculares.

Pero él ya sentía que se encontraba ante un bello mirador, contemplando la boca más seductora que podía imaginar. En silencio, sólo quebrado por el romper de las olas y una leve música de fondo que poco a poco fue ambientando a los bañistas, tomaron sus bebidas.

- En fin, queda todavía tiempo hasta la tarde para la sesión.
- Sí –respondió ella nerviosa ante la proximidad del evento – Espero hacerlo bien.
- Seguro – dijo animando a su compañera.
- ¿Nos bañamos? – preguntó Verónica, dispuesta a cumplir casi su fantasía.

No hizo falta más, pues Mateo se quitó el polo que le cubría y tras una ducha se zambulleron en el agua. La temperatura era ideal, lo que permitió que nadaran durante un rato observándose mutuamente sin ser vistos por el otro. Con un gesto de cabeza de Mateo, ambos salieron del agua, primero él, dejando atónita a Verónica por lo atractivo que era y lo bien que le sentaba el bañador de tonos verdes, y luego ella, provocando que a él se le secara la garganta disfrutando de la visión de una mujer preciosa en aquel entorno paradisíaco. Por unos instantes, parecieron olvidar las razones que les llevaron a aquel Hotel. Se miraron embriagados por aquella sensación tan placentera.

- ¡Chicos! No os encontraba. – Una voz les sacó del dulce silencio que les rodeaba. Era uno de sus colegas del despacho que se unió a ellos para no dejarles hasta la noche.

(Fin de la 1ª parte)

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