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Más de Cómo empezó .... (XI)

Una vez que los Reyes nos han dejado, los árboles de Navidad han sido replantados (espero que así sea) y sus adornos fueron enrollados en papel de periódico para el año siguiente, retomo la historia de mi hermana Marta y Leonard, su chico francés, que espero que os haya enganchado, pues hay mucho todavía por contar.

Observo desde mi ventana cómo cae la lluvia en el exterior. Repiquetea contra el cristal y aterriza sobre el suelo borrando toda huella de la nieve que nos ha acompañado estos últimos días. Cómo empezó ... (XI)

Habían pasado ya cinco meses desde que Marta y Amaro se conocieran, y poco a poco habían ido espaciando menos cada visita, ya que con el avión pronto estaban uno cerca del otro. Cada vez estaban más unidos y deseaban en algún momento próximo juntarse y eliminar las barreras geográficas.

Marta tenía pensado lanzar el proyecto en tierras de Amaro. Todo pasaba por dejar lo que hasta entonces había desarrollado a otra persona, a la que tendría que dar el visto bueno Leo, que era quien había confiado en su proyecto. Todo con él se había hecho más frío, más profesional, pero le agradecía que lo que vivieron no influyera, en ningún caso, en sus respectivas responsabilidades.

Aquel día se disponía a hacer partícipe a Leo de su idea, cuando en el parking, pudo comprobar cómo éste se despedía apasionadamente de una mujer, rubia y muy atractiva, en el coche. Aunque no quiso mirar por entender que era demasiado íntimo lo que veía, no pudo reprimir los celos.

Había probado lo que era la pasión de ese hombre y no lo había olvidado todavía, aunque estaba tan ocupada con Amaro, que no había tenido tiempo de pararse a pensar. Cuando venía a su mente el recuerdo de aquella noche, tras tener una reunión con él o viéndole a través de la ventana de su despacho, se flagelaba con la idea de que él la había dejado escapar y no había intentado ni siquiera hablar con ella en todos aquellos meses de relación con Amaro. “No valía la pena” se repetía, pero cuando le encontró con aquella mujer no pudo evitar sentirse triste y, muy a su pesar, demasiado atraída por él. Pero, ¿y Amaro?

Se movía en terreno movedizo mientras dejaba atrás la imagen de Leo en el parking subiendo las escaleras de acceso al Hospital.

- ¡Marta¡

Una voz gritó su nombre a su espalda. Cuando se volvió, allí estaba él. Vestía como si hubiera prolongado el fin de semana hasta su entrada a trabajar, pues llevaba una camisa azul de sport que combinaba con una camiseta gris y unos pantalones, igual de desenfadados. Sus ojos, parecían cansados pero, sin embargo, Marta le encontró más atractivo que nunca.

- ¿Buenos días¡. ¿Qué tal el fin de semana?
- Bien – balbuceó. - ¿Y tú? – preguntó tímidamente.
- Genial. He estado en plan tranquilo y relajado en un hotel de las afueras que me ha dejado nuevo. – y la abrió el ascensor con energía.
- Se te nota…- Ella prefirió no mirarle. Estaba atónita. Estaba claro que esa mujer le había puesto en marcha.
- Cuándo vamos a fijar las fechas de los cursos que …
- Mira, Leo, tenemos que hablar porque he pensado – le miró mientras salían cada uno hacia su propio despacho- que a lo mejor debería buscar a alguien que se ocupe de tu área, porque …

Él la miró confundido. Marta era una mujer impredecible. Cuando él se mostraba más amable y trataba de portarse como si no hubiera sentido nada por ella, siempre había un paso atrás. Se sentía fuertemente atraído por ella y luchaba por no parecer dolido con su comportamiento. Estaba enterado de cómo le iba con el tal Amaro. Todo se sabía en aquel hospital. Todo menos lo suyo…

Esperaba que en algún momento se diera cuenta que quien podía hacerla feliz era él. “Que todo fluya” le recomendó una amiga cuando le contó que estaba dispuesto a cualquier cosa. Si bien, Marta, todavía no daba señales de haberse dado cuenta de nada y por lo que intuía en su tono, estaba decidida a poner distancia entre ellos. Allí plantado, tan perdido, pareciendo aturdido y tan dulce, con ese estilo desconocido para ella que le asemejaba a un estudiante de Medicina perdido por los pasillos, a Marta se le antojó irresistible, pero, también otra vez, muy peligroso.

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