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Cómo empezó ... (IV)

Marta se sentía atraída por Amaro. Era realmente atractivo y se le veía seguro de sí mismo, tanto como para invitarla a dar una vuelta sin importarle nada que un grupo de hombres le observaran en sus maniobras.

-¿Por qué no vamos a otro sitio del local?. Tu gente nos vigila –río.

Bastó una mirada para comprobar que todos contemplaban embobados, y entre ellos Leo, que decidió que para él la noche había terminado y que no había más que hacer allí. Con un “Mañana nos vemos”, se despidió del grupo.

Marta ya no estaba para ver su cara realmente amargada. En el taxi de vuelta se sintió el hombre más solitario de la tierra y auque triste, recordó que por unos instantes había tocado el cielo. Y entonces, de nuevo su cara se ensombreció, pues por primera vez en mucho tiempo recordó que no sólo el trabajo es lo que importa y que quizás mereciera la pena luchar por otras cosas. Algo en él estaba cambiando, ya que cuando cerró los ojos no fue algo mecánico previo al sueño, si no que lo hizo para quedar mecido en sueños por una escena hacía poco vivida.

Amaro condujo a su acompañante a la zona Vip. En realidad, más que Vip como la hizo saber a Marta, era una zona privada que sólo él y sus mejores amigos conocían. Dejaba ver toda la costa y la música cedía a favor del sonido de las olas. Una piscina suavemente iluminada desafiaba al mar y se situaba casi sobre él desde una cala con un atracadero para barcos. El panorama era espectacular.

El joven dejó que disfrutara de la vista mientras sacaba un vino espumoso que lograra ponerles en situación. Bien fresquito y reservado para grandes ocasiones.

- Es precioso. … ¿No lo abres al público?- Preguntó sin dejar de contemplar el paisaje tan maravilloso y sorprendente.
- No- respondió al tiempo que le entregó una copa en la que vertió el burbujeante líquido con una sonrisa.
- Gracias.
- Brindemos por este momento y por ti, que embelleces aún más este lugar- chocó su copa con la de Marta, sin dejar de mirarla fijamente.

Ambos sonrieron y bebieron. La tomó de la mano y la llevó hasta el borde de la piscina, donde dos tumbonas, aparentemente muy acogedoras, les esperaban.
Continurá ...

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