Hacía dos semanas Marta le había presentado a Leonard un proyecto bastante innovador consistente en formar a los propios profesionales en su lado ético, evitando así situaciones desastrosas que luego desembocaban en los tribunales . Él había aplaudido tal mecanismo , cuando a la hora de despedirse la acompañó como siempre a la puerta, un instante fijaron la mirada uno en otro y poco a poco sin pensar se fueron acercando, cuando tocaron en la puerta y la magia se rompió, es más, ni siquiera se miraron para despedirse.
La carrera emprendida por él hacia la cumbre no permitía errores y menos en cuestión de faldas. Eso es lo que ella pensaba y no iba desencaminada. Leo nunca había estado con nadie del lugar de trabajo. Era una regla que sabía respetar, aunque esta vez muy a su pesar, no le estaba resultando tan fácil…
Le parecía una chica inteligente, muy simpática y tan atractiva que todavía no podía olvidarse aún con el paso de los meses, de la primera vez que se vieron. Le había marcado el hecho de que ella no diera importancia a lo que les ocurrió, nunca le había hecho sentir incómodo, salvo cuando la recibía en su despacho y le sonreía y sentía cómo su cara se iluminaba y su aroma lo envolvía todo. Sí, a su pesar, su presencia era muy agradable y poco a poco indispensable. Para él lo del acercamiento había sido una bajada en la guardia que no podía volver a pasar, aunque ya estaba seguro de que con este viaje estaba sufriendo lo suyo, viendo revolotear a todos a su alrededor. Por un momento, hubiera deseado no ser el jefazo para poder unirse al cortejo con el resto. Quizá tuviera posibilidades, si bien desde que se vieron por primera vez y lo del despacho, no notaba muestras de interés en ella.
En un determinado momento de la noche, Leo y Marta, se encontraran a solas.
- Hola. ¿ Qué tal?
- Bueno, bien. Es muy bonito este sitio, ¿verdad?
- Sí, Víctor llevaba razón. Está muy bien. – En ese momento, vio la oportunidad de lograr su atención. – Es estupendo este mirador… - La tomó por la espalda, dirigiéndola hacia una terraza en la que por debajo rompían las olas rítmicamente. La miró y sintió que la deseaba más de lo que él imaginaba.
- Es precioso. Me gusta. –Cerró los ojos frente al mar y aspiró su aroma tan próximo.
Mientras Leo, disfrutaba de las escena totalmente perdido, con temor a hablar por si ella decidía irse, pero entonces se volvió y le sorprendió con cara de niño travieso observándola. Sonrió y no le dijo nada, apoyándose en la barandilla, volviendo a cerrar los ojos disfrutando de la brisa. Él se acercó y percibió el aroma especial que ella desprendía y quiso decir algo, pero no supo qué. Ella le miró y no se la ocurrió otro comentario que el de pensar en recomendar estos viajes a la Seguridad Social. Visiblemente aturdida, sin saber qué hacer se volvió para dar por terminada la situación, cuando él la tomó del brazo para que se detuviera.
-Eres preciosa. Cuando te ví por primera vez en aquel pasillo me pareciste la mujer más interesante del mundo…. – Tomo aire. – No debería decirte esto. … - la miró.
Ella sonreía complacida, reconociendo la sensación descrita por él al conocerse. Se acercaron. Él la tomó de la mano y juntos se fueron a un rincón en el que sus caras y sus cuerpos no se reconocerían al estar resguardados por la nocturnidad. Sonrieron y se besaron lentamente. Parecía que se cobraban la espera sufrida durante meses. Él la acariciaba la cintura y cada vez se hacía el deseo más apremiante. Cuando la besó el cuello, no pudo evitar suspirar de placer. Entonces fue cuando se dieron cuenta que medio equipo les esperaba y que si eran vistos sería un problema para ambos.
Continuará...
La carrera emprendida por él hacia la cumbre no permitía errores y menos en cuestión de faldas. Eso es lo que ella pensaba y no iba desencaminada. Leo nunca había estado con nadie del lugar de trabajo. Era una regla que sabía respetar, aunque esta vez muy a su pesar, no le estaba resultando tan fácil…
Le parecía una chica inteligente, muy simpática y tan atractiva que todavía no podía olvidarse aún con el paso de los meses, de la primera vez que se vieron. Le había marcado el hecho de que ella no diera importancia a lo que les ocurrió, nunca le había hecho sentir incómodo, salvo cuando la recibía en su despacho y le sonreía y sentía cómo su cara se iluminaba y su aroma lo envolvía todo. Sí, a su pesar, su presencia era muy agradable y poco a poco indispensable. Para él lo del acercamiento había sido una bajada en la guardia que no podía volver a pasar, aunque ya estaba seguro de que con este viaje estaba sufriendo lo suyo, viendo revolotear a todos a su alrededor. Por un momento, hubiera deseado no ser el jefazo para poder unirse al cortejo con el resto. Quizá tuviera posibilidades, si bien desde que se vieron por primera vez y lo del despacho, no notaba muestras de interés en ella.
En un determinado momento de la noche, Leo y Marta, se encontraran a solas.
- Hola. ¿ Qué tal?
- Bueno, bien. Es muy bonito este sitio, ¿verdad?
- Sí, Víctor llevaba razón. Está muy bien. – En ese momento, vio la oportunidad de lograr su atención. – Es estupendo este mirador… - La tomó por la espalda, dirigiéndola hacia una terraza en la que por debajo rompían las olas rítmicamente. La miró y sintió que la deseaba más de lo que él imaginaba.
- Es precioso. Me gusta. –Cerró los ojos frente al mar y aspiró su aroma tan próximo.
Mientras Leo, disfrutaba de las escena totalmente perdido, con temor a hablar por si ella decidía irse, pero entonces se volvió y le sorprendió con cara de niño travieso observándola. Sonrió y no le dijo nada, apoyándose en la barandilla, volviendo a cerrar los ojos disfrutando de la brisa. Él se acercó y percibió el aroma especial que ella desprendía y quiso decir algo, pero no supo qué. Ella le miró y no se la ocurrió otro comentario que el de pensar en recomendar estos viajes a la Seguridad Social. Visiblemente aturdida, sin saber qué hacer se volvió para dar por terminada la situación, cuando él la tomó del brazo para que se detuviera.
-Eres preciosa. Cuando te ví por primera vez en aquel pasillo me pareciste la mujer más interesante del mundo…. – Tomo aire. – No debería decirte esto. … - la miró.
Ella sonreía complacida, reconociendo la sensación descrita por él al conocerse. Se acercaron. Él la tomó de la mano y juntos se fueron a un rincón en el que sus caras y sus cuerpos no se reconocerían al estar resguardados por la nocturnidad. Sonrieron y se besaron lentamente. Parecía que se cobraban la espera sufrida durante meses. Él la acariciaba la cintura y cada vez se hacía el deseo más apremiante. Cuando la besó el cuello, no pudo evitar suspirar de placer. Entonces fue cuando se dieron cuenta que medio equipo les esperaba y que si eran vistos sería un problema para ambos.
Continuará...
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