Ayer viernes, me di cuenta que hacía casi quince días que entre unas cosas y otras no sacaba a pasear mi ropa del gimnasio, es decir, no acudía al santuario de la salud y de la belleza según reza su llamativa publicidad. Mi conciencia hace que llame a Lupe y tire de ella para que hoy apareciéramos, aunque fuera a una clase de Jazz fussion.
No nos hemos levantado demasiado tarde pero todavía confusas aterrizamos entre amantes del deporte y música rítmica que te persigue por todos lados. Llega la hora y hay que meterse.
- Hola. Hoy voy a daros clase yo. Soy Rafa. Nos os desmayéis que sé que os voy a desconcentrar. Es mutuo.
Cuando le vi solo fuera hablando con Azu, la recepcionista, y con unas listas, me pareció que estaba muy ocupado y no pude saludarle. Ahora me lo explicaba.
Todas estaban muy contentas de que semejante macizo nos diera clase. A mí, mucha gracia no me hacía. Él por su parte, me miró y sonrió con la seguridad que le caracterizaba. -¿Qué tal?- me dijo y un “Os voy a machacar” con acento italiano.
El nuevo profesor seguía la mecánica de sus antecesores pero incidía en que tuviéramos cuidado con las malas posturas. Así poco a poco fue uno a uno (sí, en mi gimnasio los chicos participan del baile como los que más. Lo de “solo chicas”, pasó a la historia) colocando nuestras doloridas espaldas, y me tocó el turno. Con suavidad me estiró y sotto voce me pidió me relajara… Me puso muy nerviosa su proximidad, tanto que me subió los colores, máxime cuando mientras finalizaba con otra compañera, miró por el espejo y me mostró de nuevo su lado más sexy.
La clase magistral siguió sin grandes sobresaltos y a la hora de bailar nos puso una melodía llena de poses y golpes de cadera que resultó ser muy divertida. Al acabar, aplaudimos con la fuerza que nos quedaba.
- Cuando queráis que vuelva me lo decís. Soy Raffaelle. Gracias, chicas. – se despidió mientras recogía los CD del suelo y de nuevo, a través del espejo, me buscó.
- ¿Os han gustado mis métodos?- nos preguntó a Lupe y a mí con un marcado acento italiano.
- Mucho. Con lo bien que bailas seguro que podríamos aprender mucho de ti – comentó Lupe.
- No sabíamos que dabas clase…- y esa fue mi aportación. ¡Qué gran conversadora estoy hecha¡
- El título de monitor hay que usarlo para algo, así que si te gusta por qué no… ¿Hacéis algo alora?
- Eh.. no…- decimos casi al unísono Lupe y yo un poco sorprendidas.
- Pues, ¿os apetece que vayamos a comer por ahí? He quedado con un amigo que viene de Milán con su novia y otro amigo de aquí. Vamos a un sitio genial…
- Bueno, tenemos que ducharnos…
- No pasa niente. Yo también. Esperaré si hace falta. Soy un deportista de élite, estoy entrenado para muchas cosas e incluso esperar a las féminas.
De modo que no me arrepentí de haberme puesto mis mejores jeans y mi jersey blanco adquirido en IKKS. Mis botas altísimas me acompañarán. Ya os cuento.
No nos hemos levantado demasiado tarde pero todavía confusas aterrizamos entre amantes del deporte y música rítmica que te persigue por todos lados. Llega la hora y hay que meterse.
- Hola. Hoy voy a daros clase yo. Soy Rafa. Nos os desmayéis que sé que os voy a desconcentrar. Es mutuo.
Cuando le vi solo fuera hablando con Azu, la recepcionista, y con unas listas, me pareció que estaba muy ocupado y no pude saludarle. Ahora me lo explicaba.
Todas estaban muy contentas de que semejante macizo nos diera clase. A mí, mucha gracia no me hacía. Él por su parte, me miró y sonrió con la seguridad que le caracterizaba. -¿Qué tal?- me dijo y un “Os voy a machacar” con acento italiano.
El nuevo profesor seguía la mecánica de sus antecesores pero incidía en que tuviéramos cuidado con las malas posturas. Así poco a poco fue uno a uno (sí, en mi gimnasio los chicos participan del baile como los que más. Lo de “solo chicas”, pasó a la historia) colocando nuestras doloridas espaldas, y me tocó el turno. Con suavidad me estiró y sotto voce me pidió me relajara… Me puso muy nerviosa su proximidad, tanto que me subió los colores, máxime cuando mientras finalizaba con otra compañera, miró por el espejo y me mostró de nuevo su lado más sexy.
La clase magistral siguió sin grandes sobresaltos y a la hora de bailar nos puso una melodía llena de poses y golpes de cadera que resultó ser muy divertida. Al acabar, aplaudimos con la fuerza que nos quedaba.
- Cuando queráis que vuelva me lo decís. Soy Raffaelle. Gracias, chicas. – se despidió mientras recogía los CD del suelo y de nuevo, a través del espejo, me buscó.
- ¿Os han gustado mis métodos?- nos preguntó a Lupe y a mí con un marcado acento italiano.
- Mucho. Con lo bien que bailas seguro que podríamos aprender mucho de ti – comentó Lupe.
- No sabíamos que dabas clase…- y esa fue mi aportación. ¡Qué gran conversadora estoy hecha¡
- El título de monitor hay que usarlo para algo, así que si te gusta por qué no… ¿Hacéis algo alora?
- Eh.. no…- decimos casi al unísono Lupe y yo un poco sorprendidas.
- Pues, ¿os apetece que vayamos a comer por ahí? He quedado con un amigo que viene de Milán con su novia y otro amigo de aquí. Vamos a un sitio genial…
- Bueno, tenemos que ducharnos…
- No pasa niente. Yo también. Esperaré si hace falta. Soy un deportista de élite, estoy entrenado para muchas cosas e incluso esperar a las féminas.
De modo que no me arrepentí de haberme puesto mis mejores jeans y mi jersey blanco adquirido en IKKS. Mis botas altísimas me acompañarán. Ya os cuento.
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