Mi Oficina a primera hora parece un campo de pruebas. Puede que pises o te golpees si no pones atención con cajas, muebles de ruedas rotas y carpetas viejas bajo una capa de polvo. Lo más llamativo es que media parte de mi Oficina está de pie, haciendo algo. La otra media observa meditabunda. Hay ruido pero no hay voces. He tenido más mudanzas con la otra mitad de mi Ofi que con nadie. De este modo, ver cómo trasladan sus cosas sin estar las mías, es difícil de llevar para alguien tan rarita (según mi hermana Marta) o sentida (según mamá Flinn) como yo. Mi compañera cuya cabeza veo si ambas nos ladeamos evitando sus dos pantallas de ordenador y la del mío, suspira. Yo me muerdo los labios. Se queja a media voz de que los que nos dejaron y que ya vuelven a estar sentados, ríen mientras nosotras, en la otra parte, en el lado que ha quedado medio vacío, nos removemos. Pasado un rato, las mitades están en silencio. Voy a regañadient...