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Cómo empezó ... (X)

Dejó de devolverle la mirada. Eso es lo que él quería, pues no lo tendría. A Leo le dolió. Sin querer pensar, se disculpó de Sonia, la chica que volvería a estudiar medicina, y fue hacia ella.
- ¿Nos disculpa?- y sin que Marta o su interlocutor pudieran decir algo, la llevó al otro lado del salón.
- Espera, Leo. ¿Qué quieres?
- ¿Saldrías un momento al vestíbulo conmigo? Por favor. –Susurró casi suplicante.

Sin decir nada, avanzó hacia el amplio vestíbulo en el que una suave música sonaba. Marta se giró hacia él tratando de parecer firme. Estaba acostumbrada por su trabajo a aparentar dominar la situación a pesar de estar tan nerviosa como se sentía.

- He intentado …- pero cuando Leonard iba a sincerarse, un colega les interrumpió para felicitarle.

Entonces él, con su mejor sonrisa, le agradeció el gesto y decidió que era mejor salir al jardín. Lo cierto es que Marta, estaba disfrutando de todas las maniobras de él, aunque no sabía exactamente qué es lo que pretendía. Era un hombre misterioso e impredecible.

- No sé qué me pasa contigo. Pero así no puedo seguir… - la miraba contenido.

Se abrió otra vez la puerta del jardín. “Más gente”, imaginó. Sin duda que hubiera preferido cualquier tipo de interrupción, menos la que produjo el hombre que la noche anterior sedujo en sus narices al objeto de sus deseos. Marta se quedó helada. Era Amaro. Cuando Leo lo vio, decidió que eso cambiaba las cosas, y su conciencia volvió de repente, sintiéndose infeliz, pero, sobre todo, fuera de lugar. Ella no supo qué decirle. Se miraron y comprendieron.

Amaro y Leo se saludaron con un “Hasta luego”. El recién llegado no quiso saber nada. Le bastaba con que ella estuviera allí con él y no se hubiera ido detrás de aquel hombre. Estaba seguro de que trataban algo amoroso, si no, ¿qué hacían en el jardín fuera de la mirada de todos?

- Hola. ¿Te he sorprendido?
- Sí. –Sonrió.
- Pensé que a lo mejor te era imposible llamar o que quizá lo de la comida pudiéramos saltarlo….- sonrió pícaro.
- Ya … Puedo coger las maletas e irnos ya… aunque a las ocho he de subir al avión.
- Vale, te espero por aquí …
- Sube. Tengo unas preciosas vistas en mi habitación.

Tomaron el ascensor. Amaro estaba un poco sorprendido, aunque muy agradado. Se miraron sonriendo cuando otro huésped en el último momento accedió al ascensor.

Se bajaron en la segunda planta. Entonces a Marta le asaltó una preocupación: ¿y si se cruzaban con alguien en el pasillo? Tampoco quería estar en boca de todos… Pero ya era demasiado tarde, porque enfilaban el corredor en silencio, oyendo de fondo el hilo musical.

- Es un hotel muy bonito.
- Sí- sonrió. Llegaron frente a la puerta e introdujo la tarjeta que dio paso a la habitación. Todo estaba recogido. Sólo faltaba coger la maleta.
- Es una habitación muy amplia. – Amaro seguía su particular crítica de hoteles.
- Lo más bonito es el balcón. Mira. Entornó las cortinas y dejó ver una piscina exterior rodeaba de palmeras verdes y tumbonas.

Amaro se asomó mientras se acercaba, pero cogió las cortinas y las volvió a entornar rodeándola con sus brazos.
- Prefiero estas otras vistas… - y la besó suavemente. Se volvió y se dirigió al soporte donde se encontraba la maleta. No la quería agobiar. Pero también deseaba demostrarla que merecería la pena que volviera.

Marta contemplaba cómo él se movía por la habitación incómodo. Amaro la miró y entendió que la maleta no debía recogerla todavía. La tomó en sus brazos y se besaron con pasión.

Continuará ...

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